El próximo lunes 3 de octubre tenemos la gran suerte de que un eclipse anular será visible desde gran parte de la península.
Un par de incondicionales de la agrupación, cogeremos los bártulos y tiraremos millas buscando el mejor claro para observar el eclipse y de paso retransmitirlo por internet.
www.agrupacionio.com/eclipse
Es un cita ineludible si aun no la tenéis marcada en un post it, o en vuestra agenda ya va siendo hora ;)
Para quien no lo sepa María Pita fue una heroina coruñesa que según cuenta la historia y gracias a su valentía, expulsó al pirata Drake de la ciudad. Hay otra versión que dice que era una prostituta y que emborrachó a los ingleses para luego darles caña. De cualquiera de las maneras en nuestra ciudad María Pita siempre será recordada y de hecho da nombre a la Plaza más céntrica que tenemos, aunque no la más bella. Es una plaza con encanto, a pesar de que las autoridades locales hayan decidido hace ya un tiempo plantarle una especie de "peceras" (terracitas cubiertas para los locales de la zona..es que dicen que aquí llueve mucho, MENTIRA!!, y más este año). En uno de los lados, en la parte norte, se encuentra el Palacio Municipal, que se construyó a principios del XX y quizá uno de los "Ayuntamientos" más bonitos del país.
El pasado viernes, día 18, los miembros de la agrupación participamos en un evento dificilmente olvidable. Una observación pública en medio de la plaza. Este año es el 20º aniversario de La Casa de las Ciencias y como habituales colaboradores y amigos del museo no dudamos en organizar un acto que celebrara ese aniversario.
20 telescopios y más de 30 personas organizando la observación. Una auténtica nueva postal de la plaza.
A las 21h comenzó oficialmente la observación, apagándose parte de las molestas luces de este tipo de lugares. Pudo darse cuenta la gente que allí estaba presente de lo que nos perdemos cada noche por culpa de la mala iluminación. Poco tiempo pasó hasta formase largas y fluidas colas de gente ansiosa de observar las Pleyades, la Luna y Saturno, que eran los 3 objetos seleccionados previamente.
Yo me situé al final de una de las filas de telescopios y aprovechaba para preguntar qué es lo que más había gustado.
Las respuestas eran variadas, pero hay algo que escuché repetidamente y no por primera vez. "Saturno parece un dibujo","...una foto".
Que curioso. Ya digo que lo he escuchado muchas veces. La sensación que queda en la primera vez que se observa Saturno es la de alucinar con los anillos, que parecen de "mentira", como si alguien los hubiera dibujado. Quizá nosotros borramos ese "dibujo" con nuestra explicación sobre que eran los anillos..pero, ¿Qué íbamos a hacer?
La Luna impresionó tanto o más que Saturno, sobre todo a los niños. En este caso lo que impresionó fue ver que la Luna tiene "agujeros" y "mordiscos" en su superficie, como mucha gente dijo.
Resultó curioso como fueron muchos los que preguntaron algo sobre los viajes a la Luna (algunos se sorprendieron cuando les contamos que se fue 6 veces a la Luna) . "¿Fueron realmente?.¿Por qué se movía la bandera?. Es un poco triste ver que haya aun quien dude esto, pero estamos seguros de que al salir de allí se fueron convencidos, al fin y al cabo, la Luna estaba más cerca esa noche, al menos para ellos.
Sin ningún tipo de duda la mayor alegría la llevé con la gente mayor, muy interesada en la observación, y que pacientemente esperaba su turno. Hubo quien se emocionó y eso es algo que nos conmovió. Gente con tantas experiencias que quizá le faltaba una como esta y poder darles ese momento fue algo que vale la pena.
La noche resultó un éxito, siendo unas mil personas las que pasaron por nuestros telescopios y "aguantaron" nuestras explicaciones. Incluso la temperatura fue agradable, rondando los 18ºC a media noche. Todo salió redondo y seguramente algún chaval se pedirá para los próximos reyes la Play, un movil y......un telescopio. Entonces habrá servido para algo nuestro trabajo y dedicación.
Podeis ver fotos del evento ennuestra web www.agrupacionio.com (Galería / Vistas)
En 2006 se celebrará el 21º aniversario...¿Montamos 21 telescopios?
Hoy comienza en A Coruña un nuevo cursillo de astronomía..y van ya muchos. Se celebra en La Casa de las Ciencias y la agrupación colaborará activamente como en anteriores ocasiones.
Como siempre la intención es acercar la astronomía a la gente, tratar de explicar aquellas cosas tan cercanas pero muchas veces mal entendidas, como las fases de la Luna, movimientos planetarios, etc. También otras cosas algo más "densas" como ¿Qué es una galaxia?, tipos de nebulosas, la vida de las estrellas...
Quizá una de las cosas más interesantes será el dar consejos prácticos para observar. Para ello daremos una charla de cómo manejar y sacar partido de unos prismáticos o pequeños telescopios, algo que da para sacarle mucho jugo.
La última jornada la aprovecharemos para poner en práctica lo aprendido y hacer participar a los asistentes observando en cielo insitu. Esperemos que el tiempo acompañe..al menos hoy lo hace y es que por el noroeste también vemos el cielo y seguramente con más entusiasmo.
Lo contaba en otro blog hace justo un año, pero hoy es el día apropiado para repetirlo: por raro que les parezca, hay palabras que tienen fecha de nacimiento. Hoy, 22 de agosto, el folklore está de aniversario. Este magnífico texto que apareció en agosto del 2000 en la muy recomendable web del Planetario de Rio de Janeiro les aclarará por completo la cuestión:
Folclore
Agosto es el mes del folclore. Más exactamente, su día es el 22 de agosto. Esto se debe a que fue el 22 de agosto de 1846 cuando el anticuario inglés William Thoms vio publicada una carta suya en el "London Athenaeum", invitando a todos a un esfuerzo colectivo para la conservación de las tradiciones y leyendas de las islas británicas. Al conjunto del saber popular él le llamó "folklore", (the lore of the folk, la sabiduría del pueblo).
Que el día del folclore haya sido fijado en la fecha de nacimiento de una palabra es algo notable. no menos notable que el término en sí, que fue incorporado a diversos idiomas. La alternativa en portugués a ese anglicismo es el complicado (y amedrentador) "antropopsicología", que ninguno de los grandes diccionarios modernos registra.
¿Y cuál de las ciencias exactas está más ligada al folclore? La Astronomía.
El nacimiento de la Astronomía se debe al folclore, o por lo menos a la tradición oral que transmitía el conocimiento a las siguientes generaciones. Durante mucho tiempo el conocimiento que el hombre primitivo tuvo de los cielos era, en su significado más básico, folclórico.
Poco a poco, nuevos instrumentos y fórmulas matemáticas fueron alejando a la recién nacida ciencia de sus raíces folclóricas. Pero un pueblo muy supersticioso, los sumerios, que leían el futuro en las vísceras de los animales, pasó a desvelarlo en las entrañas del propio Universo. Así nació la Astrología, hermana pequeña de la Astronomía.
Los sumerios, al igual que los egipcios, griegos y romanos, llenaron el cielo con leyendas, historias de dioses, héroes y monstruos. En especial las constelaciones del zodíaco, todas ellas, formaban parte de alguna historia, la forma en que los pueblos se ayudaron para contar el tiempo. Una cabra en el cielo representada en la constelación de Capricornio recordaba a todos que el invierno estaba llegando y que, a causa del frío, las cabras descenderían de las montañas.
Gracias a muchos de esos relatos, como el del héroe Gilgamesh contra el Toro, el de Perseo rescatando a Andrómeda, o el de Orión y el Escorpión, la Astronomía permaneció viva, próxima al pueblo, por más que los avances científicos hayan ido volviéndola más compleja.
En este mes de agosto conviene celebrar las leyendas y la ciencia que alimentan.
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Fotografía de la luna con filtro azul tomada por Kostian Iftica en Brighton, Massachussetts
Este próximo sábado, 31 de julio, hay luna llena. Será la segunda en lo que va de mes, después de la que tuvimos el viernes día 2 de julio. El intervalo medio entre dos lunas llenas es de 29,5 días, de tal forma que la presencia de dos en un mismo mes del calendario es un hecho bastante infrecuente. Tanto que esa segunda luna llena del mes hasta tiene nombre propio: se conoce como blue moon, o luna azul.
Lo verdaderamente llamativo es que esta definición, en el fondo, es errónea, y que el origen de la confusión está ni más ni menos que en la revista Sky and Telescope. La denominación de luna azul se aplicaba hasta hace algo más de medio siglo a la tercera luna llena a lo largo de una estación que contiene cuatro lunas llenas. De acuerdo con esta idea no habría luna azul en este año 2004, pero sí en agosto de 2005. El calendario lunar es el que determina la ubicación de las fiestas en el calendario católico, así que distinguir bien esa luna llena adicional que desencajaba las cuentas resultaba muy importante:
Sin embargo, en ocasiones la luna aparece llena trece veces en un año. Esto se consideraba una circunstancia muy desafortunada, en especial por parte de los monjes que tenían a su cargo la elaboración del calendario. Se volvía necesario para ellos la creación de un calendario de 13 meses para ese año, y eso distorsionaba la disposición habitual de las fiestas religiosas. Por esta razón el trece pasó a ser considerado un número de mala suerte.
Así lo contaba en 1937 el Maine Farmer's Almanac, publicación que manejaba el concepto tradicional de luna azul. En 1946 James Hugh Pruett, redactor de la "Sky and Telescope" (la más difundida entre los aficionados), tomó como referencia el citado almanaque pero malinterpretó su definición de "blue moon", difundiendo para todo el mundo desde la revista la explicación que hoy es la más habitual. Como el error ya no tiene vuelta atrás, en la actualidad se dan por buenas ambas definiciones.
A mí realmente me resulta imposible pensar en lunas azules (y más bien tristes) sin acabar tarareando una canción:
Blue Moon You saw me standing alone Without a dream in my heart Without a love of my own Blue Moon You know just what I was there for You heard me saying a prayer for Someone I really could care for And then there suddenly appeared before me The only one my arms will hold I heard somebody whisper please adore me And when I looked to the Moon it turned to gold Blue Moon Now I'm no longer alone Without a dream in my heart Without a love of my own And then there suddenly appeared before me The only one my arms will ever hold I heard somebody whisper please adore me And when I looked the Moon had turned to gold Blue moon Now I'm no longer alone Without a dream in my heart Without a love of my own Blue moon Now I'm no longer alone Without a dream in my heart Without a love of my own
"The new magazine for beginning stargazers!". Ya está circulando por los mejores quioscos del mundo mundial el segundo número de la revista Night Sky, correspondiente a los meses de julio y agosto. Creada por los mismos editores de la imprescindible Sky and Telescope, "Night Sky" va dirigida especialmente a aquellas personas que están iniciándose en su afición por la astronomía, las cuales encontraran sumamente útiles los planisferios (con indicaciones detalladas de manejo; muy detalladas, de hecho: "once outside, hold the map in front of you..."), y el amplio glosario que aparece en las páginas finales. Esto no quiere decir en absoluto que se trate de una revista "simple", sólo para principiantes, ni mucho menos. Este número de julio y agosto incluye artículos estupendos que analizan con atención las constelaciones del Cisne, Sagitario y Escorpio; un reportaje sobre la lluvia de estrellas de las Perseidas, que al parecer va a ser vistosa este año (como suele anunciarse siempre por estas fechas), y uno especialmente interesante sobre prismáticos, con consejos prácticos para a su compra. Excelente, en suma; un modo magnífico de practicar inglés y astronomía al mismo tiempo.
Los programas de planetario han acabado por convertirse en un género audiovisual específico, con un lenguaje propio construído a partir de la acumulación de toda clase de recursos. Nada es ajeno a los planetarios: la voz humana, los efectos de sonido, la música, las fotografías, los vídeos... todo es válido para dejar en el espectador una sensación de producto compacto y cuidadosamente elaborado, desde la seguridad de que el único modo de hacer buena divulgación es hacerla bien. Los asistentes al planetario, además, vienen cargados de curiosidad y expectación, semejante a aquello que sentíamos en los viejos cines con pantalla gigantesca y cortinas que se abrían solemnemente. Participamos con entusiasmo en el ritual de las luces que se desvanecen poco a poco dejando que aparezcan los primeros puntos proyectados en la cúpula. El fascinante artificio de crear la noche durante el día, de mostrar ante nuestros ojos el gran espectáculo del cielo que la modernidad urbana nos niega, nunca dejará de provocarnos asombro.
Desde aquella "Vía Láctea" que nos descubrió a muchos las posibilidades estéticas de los planetarios hasta hoy se ha producido una lógica evolución en el tratamiento y diseño de los programas, pero el objetivo fundamental no cambió: conseguir el equilibrio adecuado entre las intenciones didácticas y la necesidad de entretener. "Galileo, mensajero de las estrellas" destaca por su deslumbrante acabado técnico, con un uso excepcional de los efectos de sonido y de la música, pero peca de unas pretensiones demasiado literarias que le restan ritmo al guión. El programa avanza a un paso ligeramente pachorrón, aunque recobra brío en la parte final con la apasionante lectura de la abjuración de Galileo ante el tribunal, texto que no puede dejar a nadie indiferente. "Supernova", por el contrario, peca de exceso de ritmo, apabullando a quien lo ve con su espectacularidad y la desmesurada cantidad de información. Encontrar ese término medio en el que nada sobra y nada falta es difícil, por supuesto, pero, ¿quien dijo que hacer ciencia y arte fuese fácil?
"Cita con Venus", la última creación conjunta de la Casa das Ciencias y el Pamplonetario, halla la solución precisa al problema: optar por una aparente ausencia de pretensiones. No es un programa ideado para sobrecargar la capacidad de absorción de datos de los espectadores, ni abusa de los muchas veces innecesarios recursos casi pirotécnicos que hoy en día tenemos a nuestra disposición. Cita con Venus viene a ser como un brillante concierto de cámara, y justamente en su simplicidad y en su apuesta por la provocación reside su grandeza, que lo convierten en el mejor programa presentado en un planetario que yo haya visto nunca. Su acercamiento a nuestro vecino más próximo en el Sistema Solar es multidisciplinar pero no pedante; las referencias al arte y a la mitología, obligadas en un caso como este, le dan ese barniz de "cultura" (tal y como esa palabra es entendida por los periódicos) que siempre viste bien cualquier cosa que se haga. Uno sale de Cita con Venus con las ideas claras gracias a un guión exquisitamente medido, guiado por la máxima "menos es más", y que se permite algún ingenioso toque de humor. Humor que, por cierto, también se detecta en toda su banda musical, espléndida no porque exhiba una inusual belleza en sus composiciones sino por su capacidad para generar sensaciones inmediatas y reconocibles. Es una banda sonora que juega al pastiche, a la mezcla de códigos muy variados que oscilan entre los registros vagamente orientales y los del cine de detectives de serie B, en un ejercicio de habilidad que encaja armoniosamente con las intenciones de un programa que alcanza la perfección a fuerza de no buscarla. Quizá ahí esté la clave, y no hablo sólo de planetarios.
> Posición de la Agrupación Io sobre la alerta OVNI <
En la tarde del viernes contactó con nosotros Miguel Pedrera, el "ufólogo" que participó en el programa de Radio Voz del martes pasado, corresponsal del programa "Milenio 3" para Galicia y uno de los organizadores de la alerta OVNI que en Galicia tendrá lugar el próximo viernes 25 en el monte Espenuca, en Betanzos. Miguel nos ha invitado a que como miembros de la Agrupación Astronómica Io nos unamos a ellos llevando telescopios y contando cosas del cielo durante la alerta OVNI.
El presidente de la Agrupación, Óscar Blanco, está al tanto y se ha tomado una postura oficial con respecto a esta proposición:
La Agrupacion Astronómica Io NO participará en la alerta OVNI.
Asi pues ningún miembro de la Agrupación actuará como representante de la misma durante la alerta.
Título español: Atrapados en el espacio; Ano de producción: 1969; Dirección: John Sturges; Guión: Mayo Simon, sobre unha novela de Martin Caidin; Productor: Mike F. Frankovich; Fotografía: Daniel L. Fapp; Montaxe: Walter Thompson; Deseño de producción: Lyle R. Wheeler; Decorados: Frank Tuttle; Vestuario: Seth Banks; Efectos visuais: Lawrence W. Butler, Donald C. Glouner e Robie Robinson. Reparto: Gregory Peck (Charles Keith), Richard Crenna (Jim Pret), David Janssen (Ted Dougherty), James Franciscus (Clayton Stone), Gene Hackman (Buzz Lloyd), Lee Grant (Celia Pret), Nancy Kovack (Teresa Stone), Mariette Hartley (Betty Lloyd).
"Gracias a homes coma eles demos o primeiro paso fóra do noso planeta. E a viaxe á Lúa foi só o principio: iremos até as estrelas, a outros mundos, a outras galaxias. E morrerán homes neste esforzo, igual que morren en coches, en avións, en barcos e na cama" Charles Keith en Marooned
Puede que sea un poco drástico decirlo así, pero a mí esto me parece ciencia-ficción de juguete... con su globo terráqueo de plastilina, sus cafeteras volantes, sus cascos espaciales naranja fosforito modelo Power Ranger (ya sólo por ese detalle casi sería recomendable verla en blanco y negro). Sin embargo este film se llevó sorprendentemente el Oscar a los mejores efectos visuales, justo un año después de que obtuviera el mismo galardón la magistral 2001 Una Odisea en el espacio, una película que se adelantó realmente a su tiempo en este campo. Evidentemente no hay color entre ambas, está claro que el Oscar de 1969 a los mejores efectos visuales muy bien hubiera podido quedar desierto. De todas formas, intentémosla ver con los ojos inocentes de entonces ya que... ¿qué pensarán de Matrix, por ejemplo, los que vayan al cine dentro de 40 años y se introduzcan en sus cápsulas flotantes de realidad virtual con pantalla 3D-Sphere y sistema omnisound, odor-plus, tactus-extreme y maxi-flavour?... Por cierto, a ver quien es el valiente que se mete en una de ellas para ver Alien XII o La Mosca VI.
Supongo que muchos de vosotros hace muy poco que sabéis de la existencia de este film. El que esta película no se haya convertido en un clásico recordado por todos seguramente se deba al hecho objetivo de que es algo flojita. Pero esto no significa que no me haya gustado, ni mucho menos. A pesar de que hasta el momento no haya hecho más que criticarla, en realidad tengo que confesar que disfruté como un enano viéndola. Pienso que como a mí os resultará chocante ver a Gregory Peck y Gene Hackman en una peli del espacio, junto a otros rostros habituales de los westerns de toda la vida, es decir Space Cowboys versión años 60. Aunque solo sea por esta razón creo que ya merece la pena, pero por supuesto existen otras.
Lo que más me ha gustado, y lo que diferencia a Atrapados en el Espacio de otras muchas películas del género, ha sido la actitud del director. Aunque algunos lo puedan ver como un defecto, Sturges intenta por todos los medios que la historia sea creíble, que se parezca en todo lo posible a una situación real, incluso sacrificando el ritmo en muchas ocasiones para centrarse en el sufrimiento de los astronautas y en sus interminables rutinas de control de vuelo... puede que muchos se aburran si la trama es lenta, pero yo me aburro cuando no me creo la historia y soy incapaz de identificarme con el personaje. No esperéis la típica escena en la que se atraviesa un campo de asteroides a toda velocidad, ni espectaculares explosiones, ni alienígenas de vistosas formas y colores, ni viajes en el tiempo hacia delante y hacia atrás con la misma facilidad que subimos y bajamos en ascensor... Simplemente hay un motor que no enciende cuando tiene que encender y muy bien la frase que tocaría decir en ese momento sería un "¡la cagamos Luis!" (1993) o un "¡trata de arrancarlo, Carlos, por Dios!" (1995), recordando algunos momentos cumbre de nuestra historia reciente.
Atrapados en el Espacio se estrenó semanas después de la llegada del hombre a la Luna aprovechando la fascinación general que había causado el acontecimiento del siglo. Intenta ajustarse tanto a la realidad (aunque en algunos momentos se queda sólo en el intento) que de hecho podemos decir que no llega a ser de ciencia-ficción, tan sólo es una película del espacio. Se queda más bien en ciencia, frente a otras que se quedan solo en ficción (casi todas diría yo). Se describe únicamente una situación que, aunque imaginaria, pudo haber ocurrido perfectamente. En realidad parece una especie de premonición del accidentado viaje del Apolo XIII.
Los cinco protagonistas que desarrollan toda la trama son:
Gregory Peck: me gustaría que alguien me explicara como se las arregla para no cambiar el gesto a lo largo de toda la película... Realmente llega a resultar irritante... parece como si no fuese él, sino otro actor con una careta de Peck, aunque... bueno, nunca fue muy expresivo el hombre.
Gene Hackman: uno de mis actores preferidos actualmente, pero al que en esta ocasión le tocó el papel de antihéroe. Interpreta a un personaje que llega a ser realmente patético en muchos momentos de la historia, especialmente cuando habla por radio con su esposa, todo lo contrario de lo que se espera de lo que podría ser la despedida final. Afortunadamente para él, Hackman se redimirá años mas tarde con otro personaje mucho más lucido a bordo del Poseidón, dando la vida por todos y quedando, ahora sí, como un verdadero héroe. De todas formas aún le quedaría mucho metraje por recorrer hasta convertirse en el actor que es hoy en día.
Richard Crenna: hace todo lo que se supone que debe hacer un héroe. Por cierto, ¿de qué me suena su cara?... ¡ah, claro!... pero si es el coronel Truman en persona... ¡Dios mío, Coronel... no siento las piernas!.
David Janssen: es un buen chaval, no ve la hora de salir zumbando al espacio para rescatar a sus compañeros. Es el auténtico doctor Richard Kimble, El Fugitivo, aunque no soy tan mayor como para no quedarme con Harrison Ford.
James Franciscus: el guapo de la peli, ¿no os recuerda horrores a George Clooney?.
En resumen, si no os importa descubrir que la Península Ibérica vista desde el espacio tiene forma de chicle "masticao" y que este largometraje no tiene banda sonora (esto último no sé si es por darle realismo o por ahorrarse unas pelillas), pues disfrutaréis viendo Marooned, que para el que no lo sepa significa Aislados.
Vale, é certo: Marooned non é perfeita. ¿E que? Non só de obras mestras vive o cinéfilo, e moito menos o afeccionado á ciencia ficción, acostumado a tragar con devotísima fe os peores froitos do inframundo da serie Z. Marooned falla en cousas moi simples, moi fáciles de corrixir: unha estética sixties que xa daquela era rancia e o evidente cutrerío das escenas espaciais. Espectacularidade, ningunha, pero parece razoábel supoñer que non era esa a intención do seu director, John Sturges, quen obviamente aposta pola seriedade dun guión en xeral moi sólido.
John Sturges era un deses homes para todo que abundaban no Hollywood da posguerra. Levaba rodadas vintecatro películas en apenas once anos cando se puxo ás ordes de Gunfight at O. K. Corral, unha espléndida versión das andanzas de Wyatt Earp e Doc Holliday contra a banda dos Clanton. Un tipo coma min que lle reza todas as noites a John Ford preferirá mil veces antes My darling Clementine, por suposto, pero iso non lle quita méritos a este Duelo de titanes, e ademais Burt Lancaster e Kirk Douglas sempre fixeron moi boa parella na pantalla. Nos anos noventa verían a luz dúas novas versións sobre o tema, Tombstone e Wyatt Earp, que teñen en común a condición de ser perfectamente prescindíbeis.
Sendo quen de controlar os egos de dúas estrelas como aquelas Sturges demostraba estar preparado para calquera cousa. Por exemplo, para dirixir a un católico borrachón chamado Spencer Tracy na adaptación dun coñecido texto de Hemingway, The old man and the sea. Repetiría con Kirk Douglas en Last train from Gun Hill, un estupendo western que tiña moito de crepuscular antes de que se inventasen os western crepusculares. The seven magnificent colocouno definitivamente na historia do cine. Película máis popular que boa, hoxe lembramos dela sobre todo a machacona melodía de Elmer Bernstein que amenizou durante anos certos anuncios televisivos de tabaco. En 1963 fixo a mellor película da súa filmografía e unha das máis divertidas xamais rodadas: a gloriosa The Great Escape. Xa saben, Steve McQueen, James Coburn, Richard Attenborough, James Garner e moitos máis intentando escapar dun campo de concentración alemán. Nunca na historia do cine se lle sacou tanto partido a unha persecución en moto e a unha pelota de tenis. O espectador fica tan entusiasmado despois de ver The Great Escape que un se pregunta como sairía se aínda por riba os prisioneiros do filme chegasen a ter fuxido.
Cando John Sturges empezou a dirixir Marooned tiña unha longa experiencia facendo toda clase de películas. Parece claro entón que non lle faltaba capacidade para rodar con sentidiño escenas de acción espaciais, algo tan simples que mesmo Stanley Kubrick sabía facelo. Sturges presta atención aos personaxes, máis que ás súas peripecias; o ponto de partida da historia exponse rapidamente, pero logo se desenvolve con minuciosidade, dilatando a vontade o tempo. Aposta por amosar a rutina do traballo e por unha certa reiteración, creando tensión no espectador a forza de facerlle vivir case en tempo real o que está pasando. Nótase, porén, que o desenlace xa non lle interesa nada, de aí que o resolva mesmo cun pouco de precipitación.
Polo demais, a mensaxe do filme podería soarnos hoxe estrañamente fresca. Non esquezan que vivimos tempos nos que desde a NASA se xustifica a cancelación das revisións do Hubble non por razón dos orzamentos senón "para non poñer en perigo a integridade dos astronautas", idea esta que até sería conmovedora se resultase verosímil. O debate sobre a necesidade da exploración espacial faise explícito en Marooned na escena na que un periodista cuestiona diante dun como sempre espléndido Gregory Peck se a posíbel morte dos tres astronautas tería servido para algo. O filme resulta nese aspecto bastante avanzado, pois afástase totalmente do medo ao progreso que latexa ao fondo da maior parte das obras do cine fantástico e de ciencia ficción. Falla a forma, sen dúbida, pero o fondo do filme consérvase igual de fresco que o primeiro día.
Título español: Días extraños; Ano de producción: 1995; Dirección: Kathryn Bigelow; Guión: James Cameron e Jay Cocks, sobre un argumento orixinal de James Cameron; Productor: James Cameron e Steven-Charles Jaffe; Fotografía: Matthew F. Leonetti; Montaxe: Howard Smith; Deseño de producción: Lilly Kilvert; Dirección artística: John Warnke; Decorados: Kara Lindstrom; Vestuario: Ellen Mirojnick; Efectos visuais: Digital Domain. Reparto: Ralph Fiennes (Lenny Nero), Angela Bassett (Lornette "Mace" Mason), Juliette Lewis (Faith Justin), Tom Sizemore (Max Peltier), Michael Wincott (Philo Gant), Vincent DOnofrio (Burton Steckler), Glenn Plumier (Jericho One), Brigitte Bako (Iris), Richard Edson (Tick), William Fichtner (Dwayne Engelman), Josef Sommer (Palmer Strickland), Joe Urla (Keith), Nicky Katt (Joey Corto), Michael Jace (Wade Beemer), Louise LeCavalier (Cindy)
-You're ready?
Ocupamos o asento traseiro dun coche e acompañamos a dous individuos que están preparando un atraco. Entramos con eles nun restaurante tailandés, armados con pistolas e ameazando aos que están dentro. Roubamos todos os cartos e nese momento decatámonos de que un coche de policía impídenos a posibilidade de escape. Corremos cara a parte máis alta do edificio, subindo velozmente as escaleiras. Hai moito rebumbio. É imposíbel manter a serenidade. Chegamos ao tellado, a policía vén detrás nosa e un helicóptero sobrevoa a zona. Vemos que hai outro edificio xusto enfronte deste no que nós estamos. Non temos alternativa. Se queremos fuxir hai que saltar. Un salto. Só un salto. Pero fallamos. Ninguén pode impedir que nos precipitemos ao baleiro. É o noso fin. Morremos.
Toda a escena transcorre dun xeito frenético, aparentemente sen cortes de plano. Strange Days comeza con estes cinco minutos intensísimos e vibrantes que nos sitúan de golpe no mundo de Lenny Nero, traficante de emocións.
Lenny Nero é un ex-policía que agora se dedica a distribuír "clips", gravacións dixitais que reproducen experiencias vividas por outras persoas. Os seus clientes pagan por poñerse un estraño casco de realidade virtual para sentir con máximo verismo as emocións que prefiran. Pero Lenny só quere finais felices. Non trafica con clips que amosen escenas de morte ou de asasinatos, e por iso non gostou nada deste que acaba de ver. Lenny móvese permanentemente no fío da navalla, asumindo riscos coa sufrida naturalidade dos que perden case sempre. É un profesional da estafa e un marabilloso embaucador que un bon día vese metido até o pescozo nun perigoso asunto ao recibir unha gravación que recolle o asasinato brutal dunha muller que el coñece. Lenny quere descubrir quen é o responsábel dese crime, pero só pode contar coa axuda doutro ex-policía, Max Peltier, e a de Mace, unha axente de seguridade que leva anos namorada del. Infelizmente para ela, Lenny segue obsesionado co recordo da súa antiga noiva, Faith, unha cantante de rock que ten idealizada. Pero o entorno que a rodea agora é ben distinto: Faith cruzou ao outro lado do espello e vive nun mundo escuro e sinistro no que Lenny xa non ten cabida.
Tensión, romance e morte danse a man nun filme que avanza sen freos cara un final apoteósico. Enfrontarse a unha trama tan complexa e suxerente non era cousa fácil, pero Kathryn Bigelow supera o reto con nota. Non sorprende demasiado, por outra parte. Pintora antes que cineasta, Kathryn Bigelow moveuse sempre con desenvoltura nun campo tradicionalmente masculino como é o do cine de acción. Fíxose coñecida entre os cinéfilos cunha curiosa variación do tema vampírico, Near Dark. A súa galería de non-mortos que se desprazan en coches roubados por autoestrada estaba obviamente máis preto da literatura "beat" que de Bram Stoker, e toda a película despedía un evidente encanto existencialista. Blue Steel é un moi correcto filme policíaco que se beneficia da presenza de Jamie Lee Curtis no papel protagonista e do habitual poderío visual que caracteriza á directora. Point break non deixa de ser un absoluto disparate, con esa banda de ladróns surfeiros e o misticismo bobalicón dese personaxe ao que lle chaman Bodhi; e aínda que é difícil decidir cal dos dous protagonistas é peor actor, Patrick Swayze ou Keanu Reeves, ninguén pode negar que para ver de balde unha noite de venres a peli está suficientemente ben. Despois de Strange Days a señora Bigelow non volveu levantar cabeza. The weight of the water saíulle bastante aburrida, pero aínda así é moi superior á espantosa K-19 The Widowmaker, cun Harrison Ford que parece o seu proprio avó.
Na época de Strange Days Kathryn Bigelow estaba unida sentimentalmente a James Cameron, que non por casualidade é o productor e guionista do filme. Ambos emprenderon logo camiños diferentes nas súas vidas; Cameron botaríase á rodaxe dun proxecto desmesuradamente caro que tardou bastante máis tempo do previsto en rematarse. Poucas semanas antes da súa estrea todo Hollywood daba por feito que aquilo ía ser un fiasco histórico, pero acabou sendo todo o contrario: un éxito colosal que orixinou ao seu redor paixóns desmesuradas. Quizá lles soe: titúlase Titanic. Na cerimonia dos Oscars do ano seguinte Titanic arrasou levándose once galardóns, entre eles dous para Cameron como director e productor. Tan contento quedou que mesmo ousou berrar aquilo que dicía Leonardo DiCaprio nun dos moitos instantes pavorosos do filme: Im the king of the world!
Pero volvamos a Strange Days antes de que ninguén se sinta ofendido por dar eu máis voltas das necesarias. O principal acerto da fita é o seu espectacular deseño visual, traballado plano a plano como se dun poema se tratase asumindo a súa condición de recreación artística absolutamente libre; Strange Days parte dunha decisión moi ousada, a de ambientar a súa historia nun futuro extremadamente inmediato, pero é obvio que non hai nel a máis mínima vontade de acertar nas súas previsións. A deseñadora de producción, Lilly Hilvert, asumiu que nun intervalo de tan poucos anos as estradas, os edificios ou os coches non sufrirían cambios significativos, razón pola cal centrouse nos obxectos pequenos, coma os teléfonos ou os ordenadores. A súa decisión máis sabia, porén, sería a de apostar por espacios colosais, non por grandes menos opresivos. Strange Days non pretende en ningún caso ser un exercicio de prospectiva, e, con todo, algunhas das súas imaxes empezan a resultarnos agora habituais. A cidade tomada pola policía e o exército ou os grupos que se enfrontan ás forzas de seguridade son estampas que hoxe xa estamos habituados a ver nas noticias da televisión cada vez que hai reunións do G-8, por exemplo, pero non sucedía iso cando se rodou hai case dez anos. Strange Days manifesta unha inxenua vocación multicultural e reflicte o desconcerto (que non o medo) ante o futuro ao cal nos diriximos. "¿Trátase do fin do mundo ou do principio de outro?", preguntábase Kathryn Bigelow, e arredor desa dúbida constrúe unha película que participa do mesmo interese milenarista que tamén exhiben nuns rexistros moi diferentes obras como Grand Canyon, de Lawrence Kasdan, cos seus personaxes urbanos superados polos acontecementos que se entrecruzan guiados polo azar, ou a serie aínda inédita en España Angels in America, ambientada na era Reagan e que parte dunhas premisas bastante convencionais para acabalas demolendo ao introducir no curso da narración abundantes elementos oníricos.
Strange Days é, ao mesmo tempo, un filme sobre o amor. Sobre o amor enfermizo e autodestructivo que Lenny sente por Faith, pero tamén sobre o amor calado e sincero que Mace sente por Lenny e que acaba por revelarse nesa imponente secuencia da "festa do milenio", definida no guión como "a nai de todas as festas". Para recreala pecharon un feixe de rúas do centro de Los Angeles, colgaron cartaces e pancartas por todas partes que facían alusión ao falso final de milenio e instalaron varios escenarios e dúas pantallas xigantescas nas que se ían proxectando imaxes de diferentes lugares do planeta. Faltaba a xente, claro. Sendo inviábel a contratación dun mínimo de dez mil extras, os productores decidiron organizar un concerto que foi debidamente anunciado en prensa e radio, o que permitiu conseguir as imaxes de multitudes animadas que esa secuencia requiría. No medio dese balbordo fermoso e caótico que converte en desoladora a vulnerabilidade física e emocional de Mace hai tamén tempo para a maior das intimidades, contraste que proporciona lirismo e épica ao reencontro final dos protagonistas. Unha Angela Bassett de pernas robustas e agresiva beleza de réptil atopa aquí un vehículo impagábel para o seu lucimento. Presente en títulos míticos do cine afroamericano como Boyzn the hood ou Malcolm X, Angela Bassett tería o seu maior momento de gloria ao ser nominada ao Oscar por encarnar a Tina Turner en Whats love got to do with it?. Logo erixiríase na perfeita encarnación de muller negra moderna nun par de simpáticas adaptacións de novelas de Terry MacMillan. En Strange Days está espléndida, servindo de contrapunto a un Ralph Fiennes de mirada magnética que prescinde aquí dese aire elevado e un chisco transcendente que ás veces limita as súas interpretacións.
Strange Days é unha película de paradoxos e de excesos, que se desliza polo estreito fío que separa ao observador do feito observado. Kathryn Bigelow fai que o espectador forme parte da escena, e ás veces o que sucede está contado desde a perspectiva dos nosos proprios ollos, converténdonos en voyeurs refinados dun espectáculo abrumador e rotundo. Baixo o disfrace de cine negro futurista e filosófico, Strange Days pasa por ser tamén unha parábola sobre a necesidade que temos de observar e de fuxir da realidade mediante a ficción.
Ano de producción: 1997; Dirección:Robert Zemeckis; Guión: James V. Hart e Michael Goldenberg, sobre a novela de Carl Sagan (argumento de Carl Sagan e Ann Druyan); Productores: Robert Zemeckis e Steve Starkey; Música orixinal: Alan Silvestri; Fotografía: Don Burgesss; Montaxe: Arthur Schmidt; Deseño de producción: Ed Verreaux; Dirección artística: Bruce Crone e Lawrence A. Hubbs; Decorados: Michael Taylor; Vestuario: Joanna Johnston. Reparto: Jodie Foster (Ellie Arroway), Mathew McConaughey (Palmer Joss), David Morse (Ted Arroway), William Fichtner (Kent), Tom Skerrit (David Drumlin), James Woods (Michael Kitz), Angela Bassett (Rachel Constantine), John Hurt (S. R. Hadden), Rob Lowe (Richard Rank), Jena Malone (Xove Ellie), Jay Leno, Larry King, Ann Druyan.
Cuando estrenaron "Contact" en el cine fui en masa con los compañeros de la asociación astrómica para verla. Los primeros tres minutos de la película, el emocionante viaje a través del cosmos, valían por si mismos el coste de la entrada. Tres minutos de belleza impagable que nos lleva a un viaje por el espacio y por el tiempo, desde la Tierra al infinito. Paradas en el Cinturón de Kuiper, la Nebulosa del Águila, la Vía Láctea y los supercúmulos galácticos. En el mismo tiempo que transcurre este viaje visual el universo pasó de la Nada a ser una sopa de hidrógeno y helio. Al finalizar el viaje volvemos a encontrarnos en la Tierra con una de las formas más complejas del universo: un ser vivo... una mujer: Ellie.
"Contact" es una de tantas recreaciones imaginadas de cómo ocurriría un primer contacto con una civilización extraterrestre. Hacía muy pocos meses que Carl Sagan había fallecido y la película se presentaba como un homenaje póstumo a su obra, en especial a la novela homónima. La película -más allá de sus primeros tres minutos- tiene momentos memorables, y creo que es una buena adaptación del libro para el público general, aunque descafeinado para los más puristas.
El personaje protagonista (inspirado en Jill Tarter) es Ellie Arroway, un niña inteligente pero traumatizada por la muerte prematura de sus padres. Interpretada por una genial Jodie Foster, Ellie se refugia en la ciencia y se especializa en un campo que, a decir de los ortodoxos, no tiene futuro: SETI, la búsqueda de inteligencia extraterrestre. Hay muchos personajes inolvidables, aparte de Ellie, aunque pocos de ellos consiguen relevancia: el malvado y ambicioso científico David Drumlin, que quiere poder a costa de trepar por la joroba de Ellie; el filántropo y enigmático S. R. Hadden, que subvenciona las investigaciones de Ellie (según cuentan las malas lenguas, estaría inspirado en Arthur C. Clarke); el científico invidente Kent...
Entre todos ellos destaca Palmer Joss, el "sacerdote sin sotana". Se utiliza este personaje, a través de su relación sentimental con Ellie, para plantear un debate entre la compatibilidad de la fe y el cientifismo -entre Palmer y Ellie- que es el principal hilo conductor de la película. Supone, sin duda, el punto más irritante para los puristas.
El punto culminante de la película, acompañada de una estupenda banda sonora, es sin duda el viaje al centro de la galaxia. Tras años de construcción, billones de dólares de inversión y un ataque de integristas religiosos, Ellie utiliza La Máquina para crear un agujero de gusano (concepto que el cosmólogo Kip Thorne desarrolló específicamente para la novela) y llegar hasta Vega. De ahí saltamos al centro de la galaxia y vemos a los extraterrestres comunicándose a través de la imagen del padre de Ellie. ¡Cuánto daríamos por estar en su pellejo!
«Sois una especie interesante. Una mezcla interesante. Capaces de los sueños más hermosos y de las más horribles pesadillas. Os sentís tan perdidos, aislados, tan solos. Pero no lo estáis. Verás. A lo largo de nuestra búsqueda, el vacío se ha hecho soportable porque nos tenemos los unos a los otros».
La conversación es breve y Ellie regresa a la Tierra. Sin pruebas de su viaje, se ha de enfrentar a una comisión de investigación. Debemos -y queremos- creer que Ellie viajó entre las estrellas. Ante el jurado, la científica tiene fe en algo superior a nosotros. Ciencia y religión encuentran un punto en común... Desde luego, no es el mejor de los finales posibles. Aún así, es una de las pocas películas que tratan con respeto y reflejan bien el espíritu científico y que inspiran al público a conocer más sobre el lenguaje de la ciencia, los viajes interestelares, el universo y la vida (algo que consigue con mucho más vigor que la novela).
En resumen, lo mejor que podemos extraer de "Contact" es la invitación al debate: ¿opina el creyente que su fue es compatible con la realidad del universo? ¿cree el ateo que su visión del mundo es representante de la humanidad? ¿cual es nuestra posición en el universo? Si prestamos atención al guión, vemos a Sagan en estado puro: ¿realmente es una pérdida de tiempo y dinero el proyecto SETI? ¿quién debe hablar en nombre de la Tierra? ¿sobreviviremos a nuestra adolescencia tecnológica? Y aún más: ¿el espacio está realmente desaprovechado si no está repleto de civilizaciones inteligentes? ¿Acaso no nos hace esto más importantes y responsables no solo de nuestro futuro, sino de la vida de nuestro planeta?
Sólo se me ocurre una propuesta tan estupenda como disfrutar con "Contact": hacer como hace Ellie Arroway al final del film, y sentarnos junto a nuestro telescopio, bajo el cielo estrellado, para reflexionar sobre estas cuestiones.
Miren, non lles vou mentir: detesto a Robert Zemeckis. Si, si, el: o oscarizado director de Forrest Gump, esa odiosa estupidez creada para colmar espíritos facilóns, ou o de Cast Away, a soporífera odisea dun náufrago feita a maior gloria de Tom Hanks e a FedEx, por non falar xa dese bodrio chamado What lies beneath, cunha Michelle Pfeiffer definitivamente perdida para isto do cine e un Harrison Ford que parece decidido a seguir por ese mesmo camiño. O peor de Contact, de feito, podería ser Robert Zemeckis, de non ser porque ese posto de honor está ocupado por Mathew McConaughey, un actor pésimo que demostra en filmes como este que cando se esforza pode chegar a ser verdadeiramente nefasto.
Nada diso importa, a fin de contas. Porque Contact parte dunha novela e dun guión de enorme calidade e que gaña no recordo; é unha obra suxerente, aberta a multitude de reflexións que acompañan ao espectador durante días. Ademais, é imposíbel non deixarse arrastrar polo entusiasmo que transmite a apaixoada interpretación de Jodie Foster, sen dúbida a Ellie ideal. Non sei de ningunha outra actriz americana que puidera resultar críbel nese papel de científica que quere saber, ningunha como ela podería outorgarlle ao seu personaxe a enerxía e a vulnerabilidade que esixe, ás veces de xeito simultáneo. Ela é o mellor dun filme que nin sequera Robert Zemeckis foi quen a estropear. Ela, e John Hurt, claro.
Es posible que en los diálogos entre Palmer y Ellie se encuentre la parte más jugosa de la película. Lo que sucede es que a Sagan le ocurría lo mismo que a mí cuando me aburría de pequeño y no encontraba compañero para jugar al ajedrez, que no tenía más remedio que acabar jugando contra mí mismo; antes de comenzar, prometía tratar por igual a los dos bandos, pero en cada turno, y en lo más profundo de mis pensamientos, yo jugaba siempre con las negras; por favor, les ruego que no saquen esta frase de contexto.
Sagan dedicó mucho de su valioso tiempo a la enseñanza de lo que él consideraba la forma correcta de enfrentarnos a nuestro entorno (planetas, nebulosas, escarabajos, piedras cayendo y cosas así), tanto al conocido como al desconocido. Creía en el pensamiento racional y crítico por encima de cualquier mito o verdad no contrastable. Así, son famosas sus declaraciones cuestionando temas como el fenómeno OVNI, la reencarnación, los horóscopos, las pulseras de cobre para el reuma (supongo), y muchas otras sobre creencias populares de gran calado, aún hoy, en nuestra sociedad.
Desde su muerte, las cosas no han cambiado demasiado, quizás hayan empeorado; hay estadísticas que indican que cerca del cincuenta por ciento (y subiendo) de los americanos, supongo y espero que algo menos en Europa, están convencidos de que fenómenos como la telequinesia, la quiromancia, la comunicación con los muertos y los presupuestos justos en los talleres de reparación de vehículos son cosas tan ciertas como que el período de un péndulo simple es T=2pi((L/g)^(1/2)), donde L es el largo del péndulo y g es.... aparte de eso... g es la aceleración producida por la gravedad.
Naturalmente que yo no me sé de memoria la fórmula del período del péndulo, pero me han dado herramientas (la de g) para que si desconfío lo verifique por mi mismo, y si desconfío más, para que investigue hasta las bases de la suma y de la multiplicación. Si les soy sincero, prefiero no hacerlo, me lo creo; dominar la ciencia, su lenguaje y sus técnicas no es fácil, sabemos que en ella no caben opiniones ni creencias que sean aplicables por encima del hecho científico. También sabemos que la ciencia no lo explica todo, pero ¿es que tanto nos cuesta sabernos limitados? ¿No es maravilloso encontrarse en el camino de lo que queda por descubrir?
A estas alturas mis compañeros de folio les habrán puesto al corriente de la genialidad perpetrada por Zemeckis. La película es de sobresaliente, en comunión perfecta con los dos puntos que Sagan reflejó en su maravilloso guión. El primero es mostrar casi a modo de documental cómo son estas dos formas de enfrentarse a la vida, desde el punto de vista científico y desde el espiritual. El segundo, cómo sería y la repercusión que tendría su tan anhelado contacto. Yo lo imagino fascinante, cuántos cientos de preguntas que hacernos antes de encontrarlos y cuantos millones después. Quizá, mientras tanto, mientras no vienen, o mientras no vamos a por ellos, sería bueno que comenzásemos realizando algunos ejercicios previos; en cualquier manual de autoayuda encontrarán las claves para empezar a establecer contacto con el vecino, con el compañero del trabajo y con los elementos más perturbadores de su familia. Los libros de Lorenz les ayudarán a entrar en contacto con los otros compañeros de viaje, los animales (aparte de los mencionados anteriormente). También, y siempre a modo de ejercicio, cualquier manual sobre ecología les ayudará a preparar el contacto con los geranios y demás parientes lejanos. Vernos cerca de nuestros compañeros de viaje hace más fácil asumir un contacto con otros barrios de la galaxia; en nuestra intimidad somos demasiado parecidos, demasiado como para creernos distintos.
Siempre terminamos con una cita. Sagan era un fanático de ellas; les dejo con una de entre las muchas que aparecen en su novela Contact:
Mira y recuerda. Considera este cielo; Mira profundamente en este aire translúcido, Lo ilimitado, el fin de la plegaria. Habla ahora, y habla dentro de la bóveda sagrada. ¿Qué oyes?¿Qué respondió el cielo? Los cielos están ocupados, este no es tu hogar.
(Kart Jay Shapiro)
Ano de producción: 1995; Director: Terry Gilliam; Guión: David Webb Peoples e Janet Peoples, sobre o filme "La Jetee" de Chris Marker; Productores: Charles Roven e Lloyd Philips; Música orixinal: Paul Buckmaster e Tom Waits; Fotografía: Roger Pratt; Montaxe: Mick Audsley; Deseño de producción: Jeffre Beecroft; Dirección artística: William Ladd Skinner; Decorados: Robert Holtzman e Crispian Sallis; Vestuario: Julie Weiss; Reparto: Bruce Willis (James "Jim" Cole), Madeleine Store (Dr. Kathryn Railly), Brad Pitt (Jeffrey Goines), Christopher Plummer (Dr. Leland Goines), Jon Seda (Jose), David Morse (Dr. Peters), Frank Gorshin (Dr. Owen Fletcher)
Voulles facer unha confesión: os Monty Python non me divirten nada en absoluto. Sei que ao ler isto algunha xente sentirá o impulso de rachar en mil anacos este folleto, pero recoméndolles que sexan prudentes e non o fagan, se non queren perderse o magnífico texto que escribiu Juan Carlos. Que lle vou facer, por mais que o intento non consigo rir vendo Life of Brian, nin The Meaning of Life. Voulles facer outra confesión: Terry Gilliam, en liñas xerais, non me atrae especialmente. A fin de contas, el foi o responsable como director de varias das películas dos Monty Phyton, grupo do que formou parte. Á marxe deles fixo cousas como The Adventures of Baron Munchausen, que tanto me aburre, ou The Fisher King, que me interesa ben pouco.
Claro que tamén fixo Fear and loathing in Las Vegas, a sublime e alucinada viaxe (en todos os sensos que esa palabra pode chegar a ter) de dous tipos extraños. E moito antes dirixira a terriblemente fermosa Brazil, cun impagable Jonathan Pryce na pel dun burócrata nunha sociedade tecnificada na que todos os individuos están completamente controlados polo estado. O personaxe protagonista soña, pese a todo, cunha vida ilusionante e feliz, até que comete un mínimo erro que se irá complicando máis e máis e acabará por conducilo a un final dolorosamente pesimista.
Por suposto, tamén é o director de Twelve monkeys, así que vou acabar tendo que recoñecer que gosto de Terry Gilliam máis do que sospeitaba hai só unhas liñas. Twelve monkeys responde ás referencias visuais típicas na obra do director: moitas ideas roubadas do mundo do cómic e outras moitas tomadas dos clásicos do cine pero tamén da serie B máis entrañable, refeito coa súa óptica tan próxima á desmesura e poderosamente apoiada por unha chea de dólares. Pero, por unha vez, as árbores non chegan a tapar o bosque. Twelve monkeys é ante todo unha moi sabia e ben medida película. Desconcertará a cantos se acheguen a ela confundidos, crendo que se trata doutra película de ciencia-ficción hollywoodiense, con superabundancia de efectos especiais e alarmante ausencia de ideas. Que no reparto aparezan dúas estrelas dos nosos días como Bruce Willis e Brad Pitt pode movernos a un certo escepticismo a respecto das posibilidades da película, pero tal pensamento desaparecerá ben axiña. Entre outras razóns, porque Bruce Willis é un actor espléndido, e advirto que o estou dicindo completamente en serio: é evidente que eu non pensaría nel como o actor idóneo para facer de Próspero nunha montaxe de The tempest, pero si acho que non hai ninguén coma Bruce para encarnar a heroes de acción sufridos, que reciben golpes e sopapos con paciencia e sen perder o humor. Segue despedindo ese aire irónico que xa tiña nos distantes tempos de Luz de luna; podemos achacarlle que é un actor extraordinariamente limitado, pois faga o que faga, sempre fai de Bruce Willis, pero iso tamén lle pasaba a Errol Flynn e agardo que ninguén cometa a ousadía de reprocharlle nada ao Capitán Blood na miña presencia. De Brad Pitt só cabe dicir que está esaxeradísimo en Twelve monkeys; pásase moitísimo da rosca ao longo de toda a metraxe, razón pola cal chegou a ser nominado ao Oscar na categoría de mellor actor de reparto. Para compensar, a fluctuante beleza de Madeleine Stowe, tan elocuente por si soa, e a distinción aportada por Christopher Plummer, un deses actores que só ao chegar aos cincuenta e moitos anos empezou a resultar medianamente soportable.
Entre as cousas que eu adoro da película está a banda sonora. E non me refiro á música orixinalmente creada para a ocasión, da que non me lembro; eu estou pensando en Astor Piazzola. Iso que oirán e que lles chamará tanto a atención será algo creado polo xenial mestre arxentino, autor de pezas memorables, rotundas e intensas. A música de Piazzola é un bo contrapunto para as imaxes cheas de riqueza inventadas por Terry Gilliam, do mesmo xeito que en Brazil os diferentes arranxos da coñecida canción do mesmo título aportaban un fondo nostálxico e vagamente triste para o pesadelo vivido polo protagonista. Non é gratuíto, máis unha vez, citar esa película. As conexións entre ambas son moitas e moi variadas, tanto nos aspectos estéticos coma nos temáticos e ideolóxicos, pero eu agora quixera destacar que, fronte ao final desolador de Brazil, o de Twelve monkeys é lixeiramente máis ambiguo; non me atrevo a dicir que máis esperanzado, pero si menos descorazonador. Pero tampouco me fagan moito caso: non esquezan que eu, no fondo, son un optimista.
¿No les ha encantado la forma que ha tenido el director de recrear el futuro? Tan barroco, tan húmedo, oscuro e impreciso. Una especie de futuro imperfecto e incómodo.
Es complicado lograr algo de coherencia en una historia que se moje en tramas espacio-temporales si no se cuenta de antemano con la complicidad del espectador. La causalidad es un concepto que está demasiado arraigado en nuestra mente. Somos seres demasiado regulares, y todo lo que nos rodea está sujeto a pautas temporales constantes: el día y la noche, las estaciones, el ring de los teléfonos, los despertadores, los semáforos, los telediarios, los latidos de nuestro corazón. Parece que hay algo que nos obliga a sentirnos cómodos con la regularidad. Es ese algo que nos hace pulsar el botón de stop cuando suenan en el equipo hifi las melodías de Arnold Schoenberg, tan incómodas como ponerse un jersey de lana sin camiseta en pleno verano. No digo que sean malas, digo que parecen incómodas, y reconozco que hay gente que se pone esos jerseys.
Tanto la literatura como el cine han recorrido esas sendas en muchas ocasiones. Una de mis favoritas es la del simplemente genial Isaac Asimov en una maravillosa novela fantástica con tintes románticos titulada "El fin de la eternidad", en la que nos deleitaba con aquellos guardianes de la humanidad, "los eternos", que se encargaban de velar por la estabilidad de la sociedad y de nuestra especie a lo largo de los siglos, introduciendo cambios mínimos en el pasado para evitar calamidades futuras.
El mismo Asimov ya había mencionado una de la más aplastantes razones esgrimidas en contra de la posibilidad de viajar en el tiempo (al menos hacia atrás); decía algo así, "No lo duden, es imposible viajar al pasado, si lo fuese estaríamos siendo asediados por infinidad de turistas provenientes del futuro y nadie ha visto ninguno". Podríamos argumentar que los turistas del futuro recibirían órdenes de no revelar su procedencia a los habitantes del pasado, pero ya saben Vds. que los turistas no son precisamente disciplinados con las indicaciones, he visto en algún zoo como un turista le ofrecía cigarrillos a un mandril. Es más, yo mismo tengo una fotografía de la Venus de Milo, algo que no puede fotografiarse según decía un cartel en varios idiomas, incluido el mío.
El tiempo es demasiado complicado como para intentar hacer con él algo más que gastarlo. La gente leída dice cosas terribles sobre él, como que la antimateria no es más que materia retrocediendo en el tiempo, que el tiempo y el espacio se curvan en presencia de campos gravitatorios, que existen múltiples universos formalizando las múltiples probabilidades de que algo suceda, utilizándose en cada uno, un tiempo que le es propio. Con lo contentos que estabamos con aquellas definiciones newtonianas de que el tiempo no era más que un continuo sobre el que todo discurre, con precisión única, absoluta y divina.
Hay un detalle que supongo que no ha pasado desapercibido, sobre todo entre el público femenino, y es que no es posible llevar ningún objeto del futuro en los viajes al pasado; tengo claro que muchas de las espectadoras hubiesen preferido que fuese Brad Pitt el que hiciese ese viaje. Es lógico que no se pueda llevar nada al pasado; imagínense que yo por ejemplo, me fabrico un revólver (en contra de lo que mucha gente cree, yo tengo mi maña) y me lo llevo al pasado, al instante de tiempo justo anterior al de fabricarlo, y me encuentro conmigo mismo. Y le (me) descerrajo un tiro en la cabeza; se produce entonces una doble paradoja, no sólo me he matado a mi mismo con lo cual yo no podría haber retrocedido al pasado posteriormente, sino que además me he matado con algo que no he podido llegar a fabricar. A lo mejor, es posible retroceder pero también todo mi yo retrocedería a su estado en el pasado, es decir, si retrocedo cuarenta años, es posible que mis átomos aparezcan dispersos en varias manzanas y briznas de hierba que alguna vaca pastara antes de que mis padres decidiesen felizmente dormir aquella noche un poco más juntos. Si quieren seguir devanándose los sesos, pueden, pero les aseguro que la cerveza fría posee la extraordinaria cualidad de eliminar las paradojas espacio temporales y las controversias sobre el paralelismo de universos.
Por cierto, espero que sepan disculpar mi osadía con la Venus de Milo (la foto, ¿recuerdan?); en mi defensa debo alegar que era muy joven, cosa que con el paso del tiempo he podido cambiar. No obstante, si antes de que irremediable y lamentablemente me muera lograra alguien inventar una máquina que me llevase al pasado, no duden que rectificaré mi error; me acercaré por detrás a ese mequetrefe insolente que está intentando lanzar con su flash un chorro de fotones altamente energéticos contra esa maravillosa obra de arte y le arrebataré la cámara. Pero si pudiese hacerlo no podría estar ahora contándoles esta anécdota. Cabe deducir, por tanto, que en el tiempo que me queda de vida, este artefacto no se creará o al menos yo no viajaré en el tiempo más que hacia delante, junto con todos ustedes para mi fortuna. O quien sabe, a lo mejor hay un universo paralelo al nuestro en el que yo no tengo esa foto, y este comentario es sensiblemente mas corto.
Y bien, ya que presumiblemente no podemos ir al pasado, por lo menos vayamos de forma contundente contra el presente, no lo dejemos pasar, que no suceda lo que dice Juan Carlos Vellido en "Escorzos", no descubramos que "no había vida antes de la muerte".
Título español: Naves misteriosas; Ano de producción: 1972; Director: Douglas Trumbull; Guión: Deric Washburn, Michael Cimino e Steven Bochco; Productores: Douglas Trumbull e Michael Gruskoff; Música orixinal: Peter Schickele; Cancións: Joan Baez; Fotografía: Charles F. Wheeler; Montaxe: Aaron Stell; Decorados: Francisco Lombardo; Maquillaxe: Dick Dawson; Reparto: Bruce Dern (Freeman Lowell), Cliff Potts (John Keenan), Ron Rifkin (Marty Barker), Jesse Vint (Andy Wolf)
Non lles vou dicir que Silent running é unha incontestable obra mestra da ciencia ficción, porque sen dúbida algunha non o é. Non é unha xoia incontestable, pero si é unha película tremendamente representativa dunha época e dun xeito de facer cine que sempre é interesante recuperar, e mais agora que estamos xa en plena era Matrix. Silent running é filla da súa época, un intento estimable e inxenuo de facer ciencia ficción con conciencia, algo que neste xénero non abunda precisamente.
Silent running apóiase nunha idea magnífica: por algunha causa que non fica explicada, a Terra converteuse nun lugar inhóspito e tomouse a decisión de lanzar ao espacio un conxunto de naves-vivero, coa fin de preservar a vida dun feixe de especies animais e vexetais que do contrario non sobrevivirían. Ao cabo de varios anos, e sen que tampouco saibamos ben as razóns, os tripulantes das naves reciben a orde de destruílas; pero un deles, o personaxe encarnado por Bruce Dern, negarase a facelo. E aí empeza todo...
O guión de Silent running está cheo de buratos. Hai demasiadas cousas que fican por explicar, hai erros de vulto que poderían ter sido corrixidos cun mínimo de esforzo, e en liñas xerais a película despide unha evidente sensación de desaliño. Tanto ten, estamos nos felices e axitados primeiros anos setenta, consecuencia natural dos felices e axitados anos sesenta, e unha certa despreocupación polas formas non é algo traumático. O relevante é o fondo, o tema que dá pé ao filme, moi apropriado para xerar interesantes coloquios baixo a enriquecedora luz dunhas cervexas.
Silent running é así unha película tan imperfecta como deliciosa, cunha mensaxe ecoloxista que mesmo se ve reforzada polos anos transcorridos. É un producto da era hippy, a mesma que converteu nun mito a un título tan coñecido (e tan discutible) como 2001, só que aquí se prescinde por completo da metafísica de salón-bar e das grandes pretensións que lastran a obra de Kubrick. Silent running ten o don da brevidade e posúe esa característica simplicidade narrativa do cine americano, o bo e o malo: o espectador entende ben axiña todas as claves da película, froito desa fantástica tendencia de ir ao gran que os cineastas americanos levan pegada aos seus xenes. De feito, Silent running fica resolta coa media hora inicial e o cuarto de hora final. O que queda até encher a hora e media de duración non direi que é prescindible, pero tampouco se pode dicir que aporte demasiado e constitúen sen dúbida os momentos menos interesantes da película.
Non hai moito que dicir do reparto, no que só cabe destacar ao protagonista, Bruce Dern, presente tamén en Family Plot, a última maravilla rodada por Alfred Hitchcock, e que é pai de Laura Dern, actriz vista no lynchiano Wild at Heart ou no primeiro Jurassic Park. Tampouco hai moito que falar de Douglas Trumbull, un dos grandes nomes no campo dos efectos especiais; así que rematarei citando o que eu máis lembro de Silent running: a voz de Joan Baez cantando un par de temas ao longo da metraxe, e en particular o primeiro, que seguro que lles ha de soar.
Yo también pienso como ustedes, pero verán, mis amigos y yo hemos decidido solucionar el problema de la siguiente manera. Los campos gravitatorios en el interior de las naves, se generan con unos escudos de gravitones situados debajo de cada semiesfera; las comunicaciones desde la Tierra se realizan mediante ansible (aquel artefacto que inventó Orson Scott Card en el "Juego de Ender") de tal manera que resultan inmediatas y no están sujetas a la poco cinematográfica constancia de la velocidad de la luz. Nº3, precursor de R2D2, acepta ordenes complejas ya que, se lo aseguro, no hay nada que ningún jardinero convertido en programador de ordenadores sea incapaz de hacer, si las especificaciones son correctas, por supuesto. Queda todavía el silbido del viento en los anillos de Saturno, pero ¿es que están seguros de que no existe?. Y sobre todo ¿hay alguien capaz de comer apio crudo?
Permítannos estas licencias, que no quieren decir otra cosa que: señores, están viendo una película del año 1972 y según la aritmética (la de toda la vida, no la de Punto Flotante, ni la de Rato) esto fue hace treinta años. Ahí es nada.
Estados Unidos por aquel entonces, estaba a punto de salir de la guerra del Vietnam y sus universidades estaban plagadas de estudiantes haciendo el amor sobre la hierba para fumársela a continuación. Las notas de Joan Baez y Aretha Franklin les acompañaban en su desenfreno. La juventud vivía movilizada contra la guerra, y los ciudadanos se organizaban en plataformas para lograr el cierre de las centrales nucleares, la protección de la naturaleza y exigir la decencia en el ejercicio de la política (tengan en cuenta que tenían a Nixon como presidente). Pero a los americanos también les embriagaba la emoción de realizar grandes gestas, habían conseguido poner al hombre en la Luna, por tanto podrían conquistar no solo el mundo, sino el espacio sideral. Debió ser un duro trauma para ellos salir un año después de Vietnam con el fusil entre las piernas.
No se sabe muy bien por que esta nación decidió enviar su acervo vegetal al espacio, probablemente esto fue debido al exceso de contaminación, lo que nos lleva a preguntarnos si no hubiese sido más barato reducir las emisiones de CO2 que poner en órbita semejante cantidad de toneladas de bosque. También es posible que fueran los efectos de una guerra nuclear, porque, aunque la guerra fría estaba tocando su fin, no hacía más de diez años que se había producido la crisis de los misiles en Cuba, y la población todavía vivía amedrentada por la amenaza que suponía el tener apuntando a su ciudad varias decenas de cabezas nucleares a bordo de otros tantos cohetes intercontinentales; por lo tanto, el cometido de estas pequeñas arcas de Noé botánicas, sería el de salvar los bosques del diluvio de partículas beta que se les venía encima. El caso es que ante la orden de destruir el cargamento de las naves misteriosas (y todavía seguimos preguntándonos qué de misteriosas tienen estas naves para el avezado traductor), un ser humano, consciente de su responsabilidad contraviene la orden y asesina a sus compañeros por salvar tan preciada carga. Por supuesto, el hombre tiene buen corazón y le asaltan los remordimientos por lo que hizo, pero entiende que la vida de cualquiera de ellos es de inferior valor al del flete que esas naves transportan; hace suyo el lema de todo buen ecologista, "piensa globalmente, actúa localmente".
Se nos ocurrió que sería más acertado guardar semillas de cada especie en silos de plomo, para plantarlas en tiempos mejores. Sepan que algunas de las que se guardaron hace cuatro mil años en las pirámides de Egipto con motivo del entierro de algún faraón, están todavía en condiciones de germinar. Hubiese salido más barato, pero ¿se imaginan que empresa tan bonita?...Lo dicho, recuerden la película con cariño, pero no asesinen a su vecino por apagar las colillas en la maceta del ficus del descansillo. Acuérdense esta noche de Nº2, que el año pasado alcanzó el cinturón de Kuipper y todavía sigue regando las petunias, en previsión de lo que aquí pueda pasar.
Como mensaje tranquilizador, solo terminar indicándoles que muchas de las especies que las naves sumamente misteriosas se llevaron al espacio para su protección llevaban evolucionando sobre la tierra muchos millones de años antes de que nosotros apareciésemos. Al hombre (al menos al 10% de la población mundial que duerme caliente) le gusta considerarse el producto final de una evolución que se pierde en la noche de los tiempos, la cima de una pirámide que representa la supremacía y el control de la tierra. No tiene en cuenta que muchos organismos han logrado prosperar con eficiencia durante mucho más tiempo que él, que nosotros vaya, especies como las cucarachas, por ejemplo, o las hormigas.
Es de suponer por tanto que, aunque no todas, si la gran mayoría de estas especies que nos pretendemos llevar al espacio, consigan seguir su camino evolutivo en paz, cuando nosotros nos hayamos extinguido a nosotros mismos y no hayamos sido nada más que un mero accidente, y descansemos anclados ya en algún estrato geológico que alguna civilización posterior estudie con detenimiento y dedicación. A veces me parto de risa al ver como la gente se preocupa de que el Sol se apague dentro de 6.000 millones de años ¿nos dará tiempo de huir? ¿sabremos?. No se preocupen, son sus genes, ellos le hacen pensar que su especie será eterna, que bichos más poderosos ¿se acuerdan de Gattaca?. Entiendo que no es tranquilizador tener estos pensamientos mientras uno espera a que los gusanos se le coman las manos, por eso les recomiendo que hagan caso de los organizadores y se dirijan al terminar esta sesión a "La Mediterránea", lugar donde todas estos pensamientos tan raros se diluyen en buena compañía.
..todos estos momentos se diluirán.. como lágrimas en la lluvia. Blade Runner
Ano de producción: 1997; Dirección e guión: Andrew Niccol; Productores: Danny DeVito, Michael Shamberg e Stacey Sher; Música orixinal: Michael Nyman; Fotografía: Slawomir Idziak; Montaxe: Lisa Zeno Churgin; Deseño de producción: Jan Roelfs; Dirección artística: Sarah Knowles; Decorados: Nancy Nye; Vestuario: Colleen Atwood. Reparto: Ethan Hawke (Vincent Freeman), Uma Thurman (Irene Cassini), Jude Law (Jerome Eugene Morrow), Gore Vidal (Director Josef), Loren Dean (Anton Freeman), Xander Berkeley (Dr. Lamar), Jayne Brook (Marie Freeman), Elias Koteas (Antonio Freeman), Blair Underwood (Xenetista), Ernest Borgnine (Caesar), Tony Shalhoub (German), Alan Arkin (Detective Hugo), Chad Christ (Xove Vincent), William Lee Scott (Xove Anton)
"Siendo alguien que realmente nunca perteneció a este mundo, debo confesar que de repente estoy pasando un momento duro al dejarlo. Teniendo en cuenta que cada átomo de mi cuerpo fue una vez parte de una estrella, quizá no estoy marchando. Quizá estoy volviendo a casa". Vincent/Jerome en Gattaca
Sen apenas efectos especiais e prescindindo por completo dos artificios que soen ser habituais na ciencia-ficción, Gattaca eríxese nunha parábola xenial á que dificilmente se lle poden facer reproches. De principio a fin vén chea de ideas e detalles de enorme riqueza, froito do talento de Andrew Niccol, autor tamén do guión de The Truman Show.
Fundamentalmente, Gattaca amósanos un futuro sospeitosamente próximo no cal a maior parte dos nenos son concibidos in vitro e con técnicas de selección xenética. Vincent (Ethan Hawke) é un dos últimos nenos concibidos de xeito natural, e nace cunha deficiencia cardíaca pola cal non lle outorgan máis de trinta anos de vida. É un "non válido", alguén condenado a ocupar os postos menos gratos da sociedade. Pola contra, o seu irmán Anton recibe o mellor da carga xenética dos seus pais, o cal lle garantirá o acceso a infinidade de oportunidades. Desde cativo, Vincent soña con ir ao espacio, pero pola súa condición de non válido é consciente de que nunca poderá ser elixido faga o que faga. Durante anos exerce toda clase de labores até que un día contacta cun home que lle proporciona a chave para pasar á elite: adoptar a identidade de Jerome, un deportista válido que ficara paralítico por mor dun accidente. Así é que Vincent pode acceder á Corporación Gattaca, unha industria aeroespacial onde é seleccionado para unha misión a Titán. Para facer fronte ás constantes probas xenéticas ás que é sometido, deberá empregar intelixentemente as mostras de sangue e tecidos que Jerome lle prepara. Todo irá ben até que o director da misión é asasinado e as consecuentes investigacións irán xerando dificultades para poder proseguir co seu plan.
É posible peitear na película un feixe de temas que a abren a múltiples debates. Están, por suposto, os aspectos éticos e morais a respeito das cuestións xenéticas; pero eu creo ante todo que Gattaca é unha reflexión lúcida contra toda forma de discriminación, e un canto de amor polo ser humano. Mesmo nunha sociedade absolutamente tecnificada e aséptica, o elemento puramente emocional acaba tendo a última palabra. Isto faise explícito no desenlace, extremadamente fermoso e esperanzador, pero tamén se deixa ver noutros momentos do filme.
Desde os primeiros planos o espectador fica seducido pola súa aparencia exquisitamente elegante. O vestiario, os decorados, todo o aspecto visual da fita é moi comedido, lonxe dos arrebatos estéticos aos que estamos acostumados os afeccionados ao xénero.
Andrew Niccol dirixe con prudencia e mestría, e o seu guión está escrito con envexable intelixencia, de xeito que cada vez que vemos o filme descubrimos ideas adicionais. Con milimétrica precisión avánzanos a información necesaria en cada momento, e hai frases e aspectos do seu texto que só cobran sentido ao contemplar a película no seu conxunto (por exemplo, o decisivo personaxe do médico Lamar).
O de Gattaca é tamén un dos mellores repartos do cine americano recente. Sería imposible atopar un trío protagonista máis atinado. Ethan Hawke é o perfecto Vincent, vulnerable pero cunha extraordinaria capacidade de superación. Jude Law está espléndido na pel de Jerome, alguén demasiado perfecto que só cando deixou de selo descubriu que era ademais un ser humano. Por último, Uma Thurman, aportando no papel de Irene a súa presencia algo etérea e fascinante, cun certo aire de intocable obxecto de museo que non desentoa en absoluto nese universo pulcro de baldosas demasiado limpas. Imposible esquecer a insólita participación de Gore Vidal, escritor americano ben coñecido polo seu discurso abertamente crítico coa sociedade do seu país.
Para rematar, a música. Esta é, sen dúbida, a mellor banda sonora composta por Michael Nyman para o cine. O estilo de Nyman, aparatoso e reiterativo, encaixaba moi ben co delirio barroco e inabarcable dos traballos de Peter Greenaway (The cook, the thief, his wife and her lover ou Prosperos books), pero non resulta igualmente axeitado noutro tipo de cine, onde ás veces a súa música toma un excesivo protagonismo, como sucede en The piano. Para Gattaca Nyman moderou o seu ímpeto natural, ofrecéndonos unhas composicións delicadas e minimalistas, que apoian ás imaxes sen estridencias. Outro acerto máis dunha das obras mestras do cine que aínda non ten sido valorada até o punto que merece.
No esperábamos que una película sin invasiones alienígenas nos causase tanto sobresalto porque, sinceramente, ¿alguien ha pensado seriamente en la posibilidad de que una nave extraterrestre descargase un haz de rayo láser sobre el Capitolio y lo hiciese reventar? No, o al menos eso espero Lo sobrecogedor de este impresionante guión es que plantea seriamente las repercusiones sociales y morales de lo que hoy denominamos ingeniería genética. Y lo hace precisamente en el momento en el que hemos destripado el genoma humano, el cual dicho sea de paso no difiere tanto del de un mosquito, y estamos a las puertas de lo que nuestra imaginación se quiera plantear. A través de los medios de comunicación la opinión pública ya se ha hecho una idea, bastante siniestra, de las cimas que alcanzaríamos mediante el desarrollo de estas técnicas. Durante la guerra con Irak, el arma más terrible era un arma química, lograda por ingeniería genética; la oveja Dolly tuvo artrosis a los tres años; la Iglesia no se ha cansado de repetir que no se puede jugar a ser Dios; las organizaciones ecologistas luchan contra la aprobación de los alimentos transgénicos... Es lógico que la palabra genética produzca cierto pavor entre el ciudadano medio. Pero no todo es tan terrible: las terapias génicas parecen ser una forma de atacar enfermedades sin solución hasta hoy, así como el estudio del genoma propicia la detección a tiempo de otras muchas, antes de que sea demasiado tarde.
El escenario temporal de Gattaca no se sitúa en el 3265 de la era galáctica, sino que está relativamente próximo, en el momento en el que aparecen los primeros hombres concebidos mediante selección genética, e ilustra de forma magistral la fractura social producida entre los individuos válidos (concebidos mediante dicha selección) y los no válidos (los concebidos por el método tradicional), excluyendo a estos últimos de la posibilidad de ejercer determinados cometidos, como por ejemplo la conquista del sistema solar, aunque intuimos que también el gobierno, la toma de decisiones y un largo etcétera. En un entorno como este las compañías de seguros seleccionan su riesgo sobre la base de informes genéticos; en los puestos de trabajo las aptitudes deberían ser demostradas con pruebas genéticas, y los grupos de poder negarían su entrada a los posibles miembros cuya carga genética no fuese cuasiperfecta, tanto como cuasiperfectos son los patrimonios de los que ahora ostentan ese poder. En el cine de esa época, la última película romántica nos haría enternecer cuando el protagonista le dijese a su amada "mi amor, tienes un genoma precioso". Muchos de estos hitos ya se empiezan a comentar como algo cotidiano o al menos probable; el último, afortunadamente, de momento no.
Hoy en día especulamos con la posibilidad de que, por vía de la ingeniería genética, podamos realizar la elección del sexo, aduciendo motivos psicológicos de la pareja; también sobre que podamos eliminar los genes que pueden representar la aparición de determinadas enfermedades hereditarias. ¿Qué nos separaría entonces de tomar la decisión de seleccionar los genes apropiados para el color de los ojos, el físico o la inteligencia?. Un individuo como este no sería "antinatural", tan sólo llevaría la mejor de las cargas genéticas de sus padres, ("ni en un millón de intentos habríamos concebido un hijo así", Gattaca), pero sería nuestro hijo. Sin embargo, es posible que yo no me considere una carga genética apropiada para mi hijo, al menos no en todos los aspectos, y en ese caso ¿por qué no compro unos cuantos genes específicos para realzar determinada facultad que mis ancestros no han sido capaces de transmitirme? No es descabellado, nuestra sociedad está basándose cada vez más en el avance por competitividad que ya practican desde hace tiempo japoneses o americanos. Vemos como los padres toman la decisión de educar a sus hijos en colegios elitistas en los que, aunque no está garantizada la educación, sí lo está el prestigio, sólo por darles una ventaja competitiva a la hora de optar a un puesto de trabajo, o a un rol social. ¿Qué padre de hoy en día no haría lo que estuviese en su mano para lograr dar a su hijo el mayor potencial, sobre todo cuando sabe que el vecino del segundo ha tenido un hijo precioso que ha logrado deducir las ecuaciones del movimiento armónico simple tan sólo observando el móvil que tiene colgado en su cunita...? Bien, quizás todo esto hoy sea exagerado, pero sólo hoy.
Y como a veces, por los motivos que sea, cualquier barbaridad se puede fundamentar en principios muy venerables, este pensamiento eugenésico a pequeña escala podría en algún momento cuajar en las directrices gubernamentales (y la historia lo demuestra), ya que al fin y al cabo, el gobierno es el que racionaliza los recursos, y nosotros podríamos llegar a ser en muchos sentidos para el gobierno igual que una máquina quitanieves, un recurso que hay que planificar. Para aquel entonces, los individuos ya no nacen tras gestación en el vientre de una hembra, nacen en botes de colacao (o similar) en los que a cada uno se le han definido de antemano sus cualidades y capacidades. En este punto, habría llegado el "mundo feliz", termina Gattaca y empieza a escribir Aldous Huxley, planteando una sociedad desarrollada sobre bases similares a las expuestas; ciudadanos construidos ad hoc, con cualidades específicamente diseñadas para afrontar su trabajo y ser felices, y un medio de evasión para poder aflojar sus tensiones, la famosa droga soma. Tengan en cuenta que podría haber sido peor: podrían haberlos dopado con "Hotel Glamour"...
Cuando nos encontrábamos en nuestro segundo emplazamiento, la explanada de una estación de servicio a la que fuimos desterrados por unas envidiosas nubes, se acercó un fulano muy decidido a preguntarnos si estábamos observando el tránsito y que si necesitábamos algo que se lo pidiéramos. Le contestamos que sí y que no necesitábamos nada, gracias.
-Si quiere usted mirar
-Pero dicen que esto es peligroso ¿no?
Óscar le aclara que tenemos filtros seguros y, tras preguntar por dónde se mira, se inclinó con una emoción que desapareció súbita.
-¿Y esa bola negra que se ve ahí qué es?
En mi cabeza se atropellaron un sinfín de posibles respuestas azuzadas por aquel desprecio, seguramente no intencionado, y por el deseo de transmitir la emoción de aquel momento histórico.
La diosa del amor y de la belleza se paseaba, después de 122 años, por delante del disco solar para recordarnos que, gracias a un momento similar, en su día nos descubrió el tamaño de un universo que ya nunca fue el mismo.Y hoy, cuando ya no están Kepler, Halley, ni el Capitán Cook quizá nos susurre el secreto de cómo buscar planetas parecidos al nuestro orbitando en otras estrellas.
Pero en lugar de esto le dije:
-Es Venus.
La astronomía entraña un encanto que va mucho más allá de la belleza del cielo, pero eso sólo lo sabe quien se levanta a las 3 de la mañana para ver una bola negra pasar por delante del sol.
A las 4 estábamos Nana, Juanjo, Óscar, Adrián y yo en Montesalgueiro consultando el tiempo para averiguar con qué intenciones venían todas aquellas nubes. Como parecía que no eran buenas, cogimos rumbo SE hacia el pueblo de Borja, Sarria. Cuando llegamos tuvimos que llamarlo para que nos indicara el camino al observatorio-chingódromo y con una lucidez sorprendente para las horas que eran nos detalló el camino con las protestas de Ana de fondo que no daba crédito a lo que oía.
Montamos al lado de una capilla para protegernos del aire, a una altitud de casi 900 metros, con el cielo despejado y cerca de un repetidor de telefonía que parecía garantizar el éxito de la transmisión, hasta la polar esperó a que pusiéramos los telescos en estación para desaparecer. Cuando el sol salió por fin todo era perfecto, la expectación era máxima y casi me da un infarto cuando a unos segundos del contacto Óscar tropieza con mi telescopio y me lo deja apuntando a Cuenca.
-No pasa nada, todavía no hay contacto.
-Aún no Aún no ¿Seguro que era hoy? Jaja.
Venus se hizo esperar pero cuando apareció fue como ver a Doña Letizia entrar en la catedral el día de su boda (¡Que no, ni de coña!) Fue muy emocionante y Óscar y Adrián, que fueron los encargados de la retransmisión, pasaron bastantes nervios hasta que consiguieron colgar la primera foto. El gafe de Ío hizo su aparición cuando tuvimos que ver el segundo contacto codificado por unas nubes horizontales que el Sol sorteaba según ascendía en el cielo. Me parecía escuchar a Borja el día del tránsito de Mercurio: -Eh! Echar ahí otro euro que no se ve nada!
Pero la gota negra se dejó ver lo justo para compensar el madrugón y no tuvimos más problemas hasta las 10 de la mañana, hora en la que un manto plomizo comenzó a cubrir el cielo.
Recogimos con intención de volver a Montesalgueiro pero nos quedamos en la estación de servicio de Baamonde donde se nos unieron Miguel, con dos amigas, y Amós.
Lo vimos de todas las maneras posibles: proyectándolo, con telescopio, con prismáticos, con gafas especiales, con gafas de sol cuando estaba nublado (esto no lo hagáis en casa), con cámara de fotos digital y por supuesto en nuestra web. Salvando algún problemilla técnico con el portátil, todo fue perfecto hasta el contacto III, como era de esperar, entonces las nubes iniciaron su particular tránsito y aunque pudimos ver casi todo el final nos fastidiaron la gota de agua y la salida.
No nos podíamos quejar, después de todo, el tiempo de los últimos días y la predicción para el martes nos habían dejado casi sin esperanzas de ver nada y sin embargo, 365 años después de la primera observación de este acontecimiento, entre una Tierra completamente diferente pero el mismo Sol, allí estábamos nosotros para verlo pasar una vez más.
Dolores Gomez González (M 11) ¶
El excelente artículo de Nieves Gordón y Marcos Pérez sobre el tránsito de Venus que publica este mes de junio la revista Quo nos pone sobre la pista del científico francés Guillaume Joseph Hyacinthe Jean Baptiste Le Gentil y sus infructuosos intentos de observar tal fenómeno astronómico. Le Gentil salió de su país hacia la India en marzo de 1760, adelantándose al tránsito en más de un año para poder preparar con máxima precisión y detenimiento su observación. Lamentablemente los franceses y los británicos andaban por esas fechas metidos de lleno en la Guerra de los Siete Años, con la India como bocado colonial especialmente apetecible. Le Gentil ni siquiera pudo desembarcar. Estaba a punto de hacerlo en Pondicherry cuando esa ciudad fue tomada por los ingleses de forma que no le quedó más remedio que escapar corriendo con destino a Isla Mauricio.
El tránsito de Venus del 6 de junio de 1761 le pilló, por supuesto, en mitad del océano. Aunque lo cierto es que llegó a observarlo, en esas condiciones era absolutamente imposible tomar las medidas que le ayudarían a precisar, por paralaje, la distancia de la Tierra al Sol. El siguiente tránsito sucedería ocho años más tarde, así que aprovechando que ya estaba allí y asumiendo que surcar los mares entre barcos que se lanzaban cañonazos no iba a ser cosa fácil optó por quedarse en Isla Mauricio. Utilizándola como campamento-base se lanzó a explorar bien toda la zona, estudiando su cultura y, supongo, confraternizando con sus pobladores. Así pasó algún tiempo, pero pronto decidió que las Filipinas eran un mejor destino y allá se fue, descubriendo que el gobernador español de aquellos territorios no estaba por la labor de dejar entrar a extranjeros con aparatos sospechosos. La guerra, entre tanto, había concluído y Pondicherry volvía a estar en manos francesas. Por fin todo parecía marchar bien. Contaba con el apoyo de las autoridades locales y pudo preparar un completo observatorio. A partir de sus mediciones astronómicas fue calculando con exactitud los datos que necesitaba, como la latitud y la longitud. Llegó perfectamente preparado para el gran día, el 3 de junio de 1769. Y en ese momento fue cuando todo se torció. El cielo, que por la mañana estaba despejado y luminoso, fue llenándose de nubes a lo largo de la jornada hasta cubrirse por completo pocas horas antes del tránsito, y sólo al acabar este empezaron a abrirse claros. El hombre que llevaba casi diez años entregado al encuentro de Venus y el Sol veía por segunda vez como todos sus esfuerzos habían acabado por ser inútiles, sólo que ahora sabía que no iba a tener más oportunidades: para el siguiente tránsito habría que esperar hasta 1874. Le Gentil quedó tan desolado que ni siquiera fue capaz de redactar el informe que debía enviar a la Academia de Ciencias.
Antes de emprender regreso a Francia Le Gentil enfermó de disentería y estuvo a punto de morir. Luego vendrían los ataques de los corsarios y las tormentas espeluznantes que convirtieron el viaje de vuelta en una experiencia terrible, pero lo más insólito le esperaba aún en su propia casa. Ni una sola de las cartas que había mandado llegara a su destino, debido a lo cual sus familiares y los compañeros de la Academia Francesa le habían dado por muerto. Las autoridades habían expedido su certificado de defunción, su asiento en la Academia había sido ocupado por otro científico, y todos sus bienes estaban repartidos entre sus supuestos herederos. Lo único que le quedaba a Le Gentil era su identidad.
La historia, con todo, tiene un final feliz: se acabó casando con una dama acaudalada y obtuvo un nuevo puesto en la Academia. Quiero pensar que desde ese momento Le Gentil viviría feliz, con la certeza de que ya nada de lo que le pudiera pasar podría cogerlo por sorpresa.